lunes, 28 de marzo de 2011

HUÉRFANOS DE MUNDO

Alpinistas de cargos públicos

arqueólogos de la justicia, cobradores de luz,

el sol se agota lentamente y el día de hoy es longevo

esperan los cerrojos inactivos

y las ventanas pálidas y sin paisajes,

oxido del mundo que corroe las venas de la humanidad,

sabias supervivientes cucarachas

alguien intenta romper el cielo

y nosotros aquí riéndole la gracia

con los brazos cruzados mirando al mar.

Sepultureros, poetas, abogados,

dejen de apuntalar la vieja carpa

dejen que caigan las estrellas obsoletas

y comprendamos de una vez lo de la cuerda floja.

Es curioso...

hoy todos andan en los supermercados

comprándose una coraza, una risa

y unos espejuelos oscuros.


EN LA GOTA AMARGA DE UNA LAGRIMA

En la gota amarga de una lágrima

naufraga Dios.

Los recien nacidos no distinguen más que sombras

reconocen a su madre por el tacto

por el olor, por el sonido,

antes que por sus ojos.

Los ojos del niño están llenos de lágrimas

y por ende están llenos de Dios.

 

Solamente llorando

puede verse el rostro de Dios.


viernes, 11 de marzo de 2011

OLIVERIO GIRONDO

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! 
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. 
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? 
¡María Luisa era una verdadera pluma! 
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres... 
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte. 
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo. 
¡Qué delicia la de tener una mujer tan lijera... ,aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! 
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? 
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando. 


Oliverio Girondo


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