domingo, 28 de octubre de 2012

OCASO OPACO

Ocaso opaco
danza de alfabeto sin sonido
luciérnaga dormida
donde reposa el ultimo suspiro del tambor.
Lagrima y lluvia
mezcla de tristezas
semejanzas
tenue línea que dibuja el horizonte
y mi dedo toca desde el sueño.
Estas en la roca sin eternidad
en el silencio marchito del jazmín
en lo breve de un instante
parpado que evoca estrellas y peces
riachuelo de la ausencia y el adiós.
Ocaso al fin y al cabo
Ocaso opaco
ventana que nada mira
flecha que no apunta
desdicha que permanece
duda que flota
temblor que a nadie estremece.

EL VIOLINISTA


No sé si me recuerdas pero soy el violinista
con las gafas de John Lennon y una vieja gabardina
que pasó ayer por tu calle consiguió escuchar tu risa
y se la llevó prendida de una flor en su camisa.

No sé si me recuerdas pero soy el violinista
con el pelo por los hombros y una barba de tres días
que te ha visto dibujando sobre un corazón de tiza
dos palabras que me callo y una flecha de mentira.

No sé si me recuerdas pero soy el violinista
como sombra de tu sombra va pisando donde pisas
que robó en el cementerio cuatro rosas amarillas
cuando nadie le miraba te las puso en la mochila.

No sé si me recuerdas pero soy el violinista
al que acusa todo el barrio de mirar mucho a las niñas
al que el vicio solitario pone ojeras en su rima
y resume en su diario: hoy la vi pasar deprisa.

Texto: cancion "El violinista" Victor Manuel San Jose
Imagen: escultura "El violista" Vivian Corona
Foto: O.P.

lunes, 22 de octubre de 2012

ALAMAR

Mirando recientes fotos de Alamar. Vuelven a aparecer los problemas arquitectónicos y urbanísticos que presenta la zona. A las deficiencias que ya existían desde sus inicios, el pésimo diseño, la monotonía, el mal acabado de las obras, la inexistente reparación y mantenimiento de los mismos, la falta de vida urbana,  se suman desde hace ya algún tiempo, la autonstruccion y cierre de las parcelas de las plantas bajas, especialmente en la parte trasera de los edificios, aunque también se han visto en las partes delanteras. 

La imagen caótica de los mismos, la variedad de materiales y acabados utilizados por los improvisados constructores, invaden jardines, aceras, alturas, violando las mas elementales reglas urbanísticas de toda ciudad o todo barrio. Se supone que estas personas tengan licencias para ejecutar estas obras, y cuenten con el visto bueno de las administraciones de las oficinas de arquitectura y vivienda de sus zonas respectivas. 

Otro aspecto importante es la colocación de tanques de agua, en las fachadas de los edificios, simplemente colgando de las paredes o apoyados en barras metálicas sin el mas mínimo diseño o lógica, sin importar el problema estético de un edificio o un conjunto de ellos, que fueron construidos en los últimos 30 años, bajo la supervision de profesionales y respetando las normas cubanas de la construccion.

Los problemas de espacio y falta de agua, (por solo nombrar estos ejemplos anteriormente citados) no deben ser resueltos de manera individual, afectando a terceras personas o a todo el barrio, si bien son cuestiones básicas, deberían existir otras opciones para que los ciudadanos puedan satisfacer sus necesidades. Cuando se diseña un edificio, y se colocan cisternas y tanques de agua en las azoteas, se calcula el peso de esa agua en esa azotea, y se dota al edificio de la suficiente estructura para soportar esa carga puntual. ¿Que ocurre entonces si cada apartamento decide colocar pequeñas cantidades de agua, en lugares que no están destinadas para almacenar agua y hacer soportar cargas superiores a las que estaban proyectadas?  El deterioro del inmueble se acelera, aparecen grietas, hundimientos, filtraciones, o en el peor de los casos derrumbes.

Aquí dejo el link a un buen articulo sobre el tema del arquitecto Mario Coyula.

jueves, 18 de octubre de 2012

UN POEMA

....que me gusta mucho, me marco hace muchos años.... cuando descubrí a Leon Felipe, su autor.





¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima 
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima 
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!


UNA CANCION

La conocí en un casete que tuve de Emmanuel, (el cantante mexicano) era de 1977 yo lo tenia en el 78 o 79, y la canción junto a algunas de Serrat y el disco "Días y flores" de Silvio, fueron las primeras letras que me mostraron que las canciones tenían contenido, además de ritmo y melodía. Fue mi despertar realmente a la música, tendría que poner además algunas de Nino Bravo y ya por aquel entonces las de Roberto Carlos.

Bueno la canción es de Argentino Luna, aunque nunca se la escuche a el, creo que Emmanuel fue quien la hizo famosa, también descubrí después que anteriormente el gitano Peret la había grabado en 1975. Aquí se las dejo, simple pero bonita y profunda y llena de sentimiento...creo yo.

APENAS SI SOY CANTOR

Si alguien me pide que cante 
Me vuelvo caminador, 
Porque pienso que el cantante 
Que canta lo que otros piden, 
Es muy probable que olvide 
Su oficio de sembrador. 

A mí me gusta cantar 
Cuando algo me quema el pecho, 
Pero cantar sin derecho, 
Sin razón, sin porque, 
Es algo que yo no sé 
A pesar que otros lo han hecho. 

El aplauso suele ser halagador 
Ha razón, 
Pero tanta reunión 
Y aplaudir tanta tonada 
Que el aplaudido gozaba 
Lo pobre de su canción. 

Al cantante no hay que pedirle 
El tiempo que va a durar, 
Hay que dejarlo volar 
Y escucharlo calladito, 
Molestarlo es un delito 
Que usted no puede pagar. 

Las ansias de ser famoso 
Otra razón puede ser, 
Hay quien pagaría por ver su nombre 
En letras doradas, 
Pero al no estar bien pegadas 
El tiempo las hará caer. 

Cuando yo vivía en mi pueblo 
Entre el mar y la montaña, 
A mi madre la escuchaba 
Cantar canciones sencillas, 
Que hermoso que era mi vida 
Cuando mi madre cantaba. 
Esa si era cantadora 
Ni guitarras precisaba. 

Cuando mi madre cantaba 
En el calor de la fiesta 
Todo el campo era una orquesta 
Que a su voz acompañaba 

Hoy cuando escucho a un cantante 
Cantar canciones de aquellas, 
Yo que ando sus mismas huellas 
Buscando lo verdadero, 
Les aseguro caballeros 
Le pido perdón a ella, 

Unos graban un disquito 
Y se sienten profesores, 
Ya no son los cantadores 
Que con el cante lloraban, 
Al tener suerte se engañan 
Y ya se creen unos dioses. 

Si tienen ganas de cantar 
Piensen lo que van hacer, 
No se vallan a creer 
Que la cosa es tan sencilla, 
De la bolsa, canastilla 
Pero hay que hacerlo caer. 

Hoy que vivo entre cantantes 
Yo les puedo asegurar, 
Que es difícil aguantar 
La vanidad y la fama, 
Hasta héroes de la cama 
Buscan para hacerse nombrar. 

Y ya les dejo señores 
Pero les pido un favor, 
Sí por ahí algún señor 
Les pregunta por mi oficio, 
Díganles que así lo he dicho 
Apenas sé cantar yo. 



IMAGENES Y POEMAS 4