sábado, 21 de diciembre de 2013

YO SOY DE DONDE HUBO UN RIO

Yo soy de donde hubo un río

que le dio nombre a su valle,
fundó un pueblo con sus calles
y fue de muchos, y mío.
Hoy corre viejo, y ansío
consolarle la salud,
porque si alguna virtud,
sombra y pisada poseo
es por sus aguas que creo
dieron voz a mi laúd.

Desde que tengo razón
vi al pobre sacando peces
y al niño gozar con creces
de mi manantial dulzón.
Se dieron el corazón
en sus márgenes los novios;
todo nombrado episodio,
fuera de carne o leyenda,
pagó la útil ofrenda
al río, por su custodio.

Todos le debemos algo:
yo mismo, más que bastante:
por él fui enano y gigante;
por él valgo, si es que valgo.
Yo no conozco un hidalgo
ausente del pueblo mío
que no sienta escalofríos
cuando, en lejanos confines,
un coterráneo le gime:
“¿y cómo está nuestro río?”

Hace años que no fluye
porque le falta tutela,
pero pocos se desvelan
por tanto que se destruye.
El político lo incluye
en su discurso consciente
y, sin embargo, la gente
ve como el río agoniza
cada día, con la prisa
de quien no tiene parientes.

Sin el río Arigüanabo
nuestro pobre San Antonio,
sin baños ni patrimonio,
apenas será un lavabo.
¿Dónde beberá el guayabo,
el jagüey y la yagruma?
¿Qué paraje será espuma
de la niñez de mañana?
...Y en la neblina temprana
¿dónde dormirá la luna?

Yo soy de donde hubo un río
que le dio nombre a su valle,
fundó un pueblo con sus calles
y fue de muchos, y mío.
Hoy corre viejo, y ansío
consolarle la salud,
porque si alguna virtud,
sombra y pisada poseo
es por sus aguas que creo
dieron voz a mi laúd.

Silvio Rodriguez 

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