Caí
en el precipicio
fue
inevitable,
juro
que no quería
trate
de aferrarme
a
cuanta cosa
podía
detener mi caída
y
todo fue en vano.
Para
colmo
estabas
tú allí
con
tus ojos mirándome
estire
mi mano hacia ti
pero
entonces
ya
eras estatua
Venus
de mármol
inmóvil,
quieta, serena
a
la que le faltan
hace
siglos sus brazos.
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