Había regresado, había vuelto a posarse sobre tierra firme. En el centro del pueblo su monumental globo aerostático predominaba en el paisaje, solo la iglesia con sus dos torres disparejas y enmohecidas de tantas y tantas lunas, le cubría en parte por el norte. De todas partes venían acercándose jóvenes y viejos, niños y autoridades a contemplar al recién llegado.
El enorme globo harapiento hecho pedazos por todos sus costados apenas se mantenía en pie y se vino abajo totalmente una vez que el caballero había descendido con la ayuda de los primeros habitantes del pueblo que se acercaron a la extraña nave aparecida.
Era peculiar recibir un extraño ser y un raro artefacto venidos del pasado. En todos los cuentos contados y leídos por todos y cada uno de los habitantes de aquel pueblo, se hablaba de seres venidos del futuro, de civilizaciones superiores que habitan en los mas recónditos escondrijos del universo.
Pero esta vez fue diferente, había llegado un ser del pasado, hablando todavía en un español arcaico, con una vestimenta desecha pero que dejaba entrever claramente una moda y un estilo bastante lejano en los sótanos de la historia.
A nadie se le ocurrió pensar que aquel desconocido era uno de los habitantes de aquel pueblo, que varios cientos de años atrás había zarpado en su globo a explorar el mundo y que ahora simple y llanamente regresaba al hogar.
Una vez puesto de pie y revivido se dirigió a las personas presentes con frases de gratitud, pero en medio de tanta emoción cayo desmayado sobre la multitud perpleja que lo contemplaba en la improvisada tribuna de un banco bastante destartalado.
Se lo llevaron al hospital mas cercano después que todo tipo de curandero, espiritista, y medico sin uniforme se brindaron para socorrerlo en el mismo sitio de su desmayo. El pueblo entero fue hasta el hospital a esperar noticias de aquel extraño ser, y aguardaron siete días y siete noches en los alrededores, reclamándole alguna información al personal que entraba y salía del centro hospitalario.
Aparecieron velas, santos de todo material, flores de todos los colores y se fueron acomodando a lo largo de las estrechas aceras que rodeaban el inmueble. Nunca en la historia del pueblo habían lucido tan hermosas aquellas aceras maltrechas y aquellas callejuelas descascaradas.
Fue al séptimo día, cuando salio el director del hospital en persona, rodeado de varios médicos, enfermeras, y hasta muchos pacientes con sus vendajes y con sus sueros colgando hasta la escalinata de la entrada y se dirigieron a todos los presentes. Que rápidamente se habían venido acercando desde que comenzaron a notar algo raro en el ambiente.
Para noticia de todos, el señor desconocido que atendíamos desde hace varios días, el mismo que apareció montado en un globo en la plaza del pueblo, ha desaparecido inexplicablemente de su cama, sin dejar rastro de su fuga, sin abrir las ventanas, sin la ayuda de nadie y sin que ninguno de ustedes, sus mejores y mas fieles guardianes se dieran cuenta.
También en ese instante se venia acercando el alcalde del pueblo precipitadamente para comunicar que el globo había desaparecido del lugar donde celosamente lo habían guardado para que lo examinaran los historiadores de la capital que ya venían en camino.
Perplejos en medio de tanta confusión, sorprendidos unos, otros buscando explicación en los ojos de los que lloraban, y todos en un caótico descontrol emocional, vieron como se acercaba el enorme globo aerostatico de golpe por encima del edificio y abajo la mano del caballero les saludaba, sonriente se quito su sombrero para ser visto mejor por la multitud mientras con la otra mano les dejaba caer flores de colores y estrellas a la multitud enloquecida que las atrapaba en el aire y al tocarlas se convertían en monedas de oro de una época bastante lejana en los sótanos de la historia.
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