ANGELITO VALIENTE - EL ANGEL DE LA DECIMA

"Nací el 28 de febrero, junto a mi hermano jimagua en la calle Juan Delgado entre Ancha y Jesús Planas, San Antonio de los Baños. Mis primeros años digamos hasta los siete, transcurrieron en esa ciudad pasando de inmediato a "Barreras" a dos kilómetros de San Antonio donde permanecí junto al arado y la guataca hasta los 23 años que mi padre se vio obligado a romper el negocio con Junco y Co.; debido a la actitud política nuestra que no estaba a tono con su sistema de explotación. Para nosotros era inconcebible el abuso que los Junco cometían con los trabajadores y está de más decir las vicisitudes que pasamos en el pueblo, los primeros meses en el pueblo; pero supimos abrirnos paso, mi hermano comenzó su trabajo en un despalillo y yo marché a la capital a cantar mis décimas guajiras donde tuve bastante suerte y triunfé". 


A la décima

La décima vino sola
y no lo mejor vestida,
acaso un poco aburrida
de ser no más española.
Desde el lomo de una ola
saltó a la tierra cubana,
y cuando nuestra mañana
le hizo un brindis de café
se entregó al "cucalambé"
para ser su novia indiana

La décima vino hecha
por las manos de Espinel
pero en el encierro aquel
no vivía satisfecha.
Pronto se puso en estrecha
afinidad con el monte,
en nuestro azul horizonte
tiene el mejor abanico
y se repite en el pico
melodioso del sinsonte.

"Viajera peninsular"
como dijo Naborí
no pudo seguir  allí
donde no aprendió a cantar.
Con sed de tierra y de mar
hacia otros campos salió
llegó a Cuba, se asombró
del campo de la palmera,
se puso una guayabera
se hizo guajira y cantó.

La décima está en la mano
del guajiro, cuyo idioma
es el vaso, donde toma
su desayuno el cubano.
Está en el rumor del guano
confidente de la brisa,
en la sudada camisa
del poeta laborioso
que las repite orgulloso
de su tradición mambisa.

La décima está a la altura
de la música mejor,
y ya no canta al dolor
de su muerta desventura.
Sigue siendo la locura
de la vieja serenata,
pero lo mismo arrebata
a pueblos que se apasionan
con ella, y le acondicionan
el nudo de la corbata.

La décima está contenta
porque se sabe querida
respetada y comprendida
en lo que ella representa.
Orgullosa se presenta
en el teatro mejor
y el público espectador
la recibe y la saluda
con esa pasión que suda
la palabra del amor.

La décima va conmigo
y a todas partes la llevo
porque si es viejo o si es nuevo
siente y sabe lo que digo.
Ella es el mejor testigo
de mis luchas interiores,
somos uno en los dolores
y en todo estamos los dos
porque ella es el portavoz
de mis íntimos amores.

La décima va en ascenso
consecuente, positivo
cuyo paso progresivo
es cada vez más exitoso.
Yo soy feliz cuando pienso
que la vi discriminada
incomprendida, olvidada
y hoy la se de viaje en viaje
con Cuba en el equipaje
viajando en una tonada.

La décima va del brazo
del pueblo, y lo mismo va
a Perú que a Panamá
con nuestro cordial abrazo.
Ya es algo más que un pedazo
de música sin autor
es un mensaje hecho flor
que manos del mundo tocan
con respeto y la colocan
en el búcaro mejor.

A San Antonio de los Baños

San Antonio de los Baños
nunca te dejé, aquí vivo,
aquí estoy, aquí recibo
tus mimos y tus regaños.
Tú le sabes a mis años
los días
del caramelo,
luego me viste mozuelo
hecho más hombre después,
y a los "sesenta" me ves
canas y arrugas de abuelo.

 


II
En el
San Antonio mío
sépate un hijo natal
que yo me he sentido igual
estando en Pinar del Río.
Tú vienes de un "veguerío"
y yo igual, "tabacalero"
para darle al mundo entero
la exquisitez de un tabaco
con tripas de Tacotaco
y capas
del "Tumbadero".

III
Por saberlo un ateneo
yo quiero a mi Ariguanabo
como quiso a Majaguabo
la madre de los Maceo.
Cuanto soy, cuanto poseo
se lo debo a mi terruño,
está en mi brazo, en mi puño,
y a mi décima mejor
no le pongo otro color,
otra firma ni otro cuño.

IV
Aquí nació Marichal
y aquí nació José Othón,
ya el segundo en un panteón
y el guajiro siempre igual.
En la vieja
palma real
está el nombre de José,
y es que se siente y se ve
históricamente entero
en el humo de un veguero
y el aroma de un café.




La vida me dice canta 

La vida me dice canta
y si no canto a la vida
me daría una mordida
el dolor de la garganta.
Mi tiempo de luz de imanta
y no hay tinieblas en él,
no importa el agobio cruel
de los años, cuando en calma
estira la fe del alma
las arrugas de la piel.

La vida me dice canta,
y yo canto, porque vivo
para cantar, objetivo
que me impulsa y me levanta.
Solo de pensar me espanta
que habré de callar un día,
porque la existencia mía
nació de un canto y sin él,
como en el cesto un papel
sin letras se moriría.

La vida me dice canta
y canto a la vida en flor
si a más viejo el ruiseñor
más flores tiene la planta.
Y si el tiempo que no aguanta
la espera me hace callar,
cuando me vaya a enjaular
a la jaula que me humilla
le reviento una varilla,
me fugo y salgo a cantar.
  

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