Ciudad
que mira al mar
como de
puntillas empinada en cada ola,
te
rigen las mareas, el viento que encrespa tus tejados
y trae
el salitre, como beso regalado a mis labios.
Puerto
de donde parten pescadores
con el
corazón encogido y en los bolsillos,
en el alma, el espacio exacto
para
llevarse consigo la esperanza.
Cuanta
despedida cuanto adiós
mirando
a lo lejos el volcán
se
vuelven ceniza, sal, angustia
en el
cristal horizontal azul de todos tus paisajes.
Ciudad
que te detienes
en la
roca que se luce orgullosa
desde
las esquinas de las casas más viejas,
dando
la sólida serenidad de piedras que respiran.
No
dejes que el cemento sin alma te carcoma
átalos
con amor a tu existencia
a tu
moderna presencia de estar viva.
Desoye
esas ordenanzas absurdas
que
prohíben un balcón en calles estrechas,
todo el
esplendor de tu belleza, ciudad
recae
en tus balcones, tus balcones Canarios
aun los
más pequeños, los más sencillos.
Que
dancen en el aire los pañuelos
que
digan adiós a cada barco.
Aquí el
mar se divide en las mil latitudes
y crece en mis pupilas la rosa de los vientos.nov-2002 (Dedicado desde el Puerto de la Cruz, a Cesar Manrique)
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