lunes, 1 de septiembre de 2014

Recuerdos ambientales del Arigüanabo

Por Giraldo Alayón García


Hace poco más de medio siglo el parque central de San Antonio de los Baños se poblaba, en los atardeceres, de ruidosos Totíes y Chichinguacos que, por decenas, cundían sus árboles. Algunos se molestaban por las deyecciones que solían caerles encima, mientras otros se solazaban con la variedad de cantos, chirridos y escarceos de estas aves.

Hace muchos años estos pájaros dejaron de acudir a su lugar de descanso nocturno, quién sabe si por las sucesivas modificaciones sufridas por el arbolado del parque, o por las masivas fumigaciones en el campo y en las ciudades. En fin, parece que decidieron buscar otros lares y nos dejaron, a los arigüanabenses, sin el encanto de su presencia en el corazón de nuestra villa.

De niño me gustaba perseguir, en mi propia calle, las múltiples mariposas que revoloteaban, principalmente en los meses de verano; no tenía red para capturarlas, pero me contentaba verlas volar delante de mí. Ya de joven e interesado en los insectos, llegué a contar hasta 25 especies que con regularidad se observaban en mi barrio, coloreando los jardines y patios. En el presente es difícil observar alguna en todo el año, y sólo en zonas periféricas de la ciudad podemos, con suerte, ver 2 ó 3 especies.

¿Qué ha pasado?... Probablemente las sempiternas fumigaciones, las talas, las modificaciones del paisaje, la urbanización. Estos son los factores que se repiten y nos indican nuestra responsabilidad y quizás nuestro divorcio con el medio natural.

Recuerdo que --hace muchos años-- las carreteras y fincas que rodeaban a mi pueblo eran lugares con muchos árboles. Recuerdo que, hasta hace no mucho, mi villa desde las alturas se veía casi oculta por los árboles. Recuerdo El día del árbol, que se celebraba cuando estudiaba la primaria. También recuerdo al gran y viejo cedro de El Campismo  (Monumento Municipal), ominosamente derribado por manos irresponsables.

Hace 20 años nos bañábamos en el río Arigüanabo sin preocupación alguna; mis hijos y yo aprendimos a nadar en nuestro río como muchos otros en nuestra villa. Hoy es un riesgo sumergirse en sus aguas contaminadas y sucias.

Estos breves y atropellados recuerdos me llevan a una reflexión final que quiero compartir con el lector.

Se suelen ver los problemas ambientales desde una perspectiva planetaria; se suele opinar sobre estos mismos problemas a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, ante nuestras propias narices, tenemos la solución o al menos la atenuación de todos los desmanes que se han cometido y se cometen contra la naturaleza. Es frecuente escuchar argüir sobre el calentamiento global y sus presentes y futuras consecuencias, y no reparamos en que estamos parados y caminamos sobre basureros y albañales, y que en nuestros vecindarios y campos se cazan y enjaulan valiosas especies de nuestra avifauna.

Debemos educar a nuestros hijos en el amor al otro (no sólo al humano). Debemos comprender la necesidad de armonizar con las demás especies que pueblan la Tierra, e incluir en ello a este pequeñito espacio de la geografía cubana que es el Arigüanabo.

San Antonio de los Baños
Agosto 30, 2014.

tomado de http://segundacita.blogspot.com/

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