martes, 28 de marzo de 2017

HABITANTE EN LOS ESPEJOS

                                                        a Alberto Fuentes, mi talentoso amigo
                                                                    de los duros y felices años de universidad.


El era uno más en el bullicio, apenas te percatabas de su presencia resbaladiza entre tanta gente, físicamente no destacaba como un Robert Redford  ni como un Frankiesten, su vestimenta era justamente la típica, un jeans desteñido y una camisa blanca. No era negro ni blanco, tenía algo de chino y de indio, era una gran mezcla de razas en una sola persona.
Cuando convivías en el grupo enorme de estudiantes de la universidad, algo había en él que rápidamente te llamaba la atención, su silencio. Nunca fue de muchas palabras, solo utilizaba las palabras justas, las estrictamente necesarias para decir todo lo que quería, y tenia para eso un talento especial, a veces con una sola palabra describía todo  un universo, su virtud era el silencio, la soledad era su amiga fiel, pues aunque estuviera entre todos, aunque estuviera presente, aunque participara de cualquier conversación idiota, el realmente no estaba, su mente estaba ausente, sola, vagando por no sé que extraños caminos de sus sueños. El mejor ejemplo de su soledad, de su silencio perfecto y de su manía de utilizar solo la palabra justa es este poema que según nos dijo le pertenece:

REDUNDANCIAS

Era piedra
pero también arena,
era viento
pero a veces brisa,
era fría
pero casi tibia,
era llanto
pero a la vez risa,
era lluvia
pero no sin sol,
era tanto
pero no demasiado
era sencilla
pero no vacía,
era dolor
pero también amor.

Y digo según él porque tenia otra cualidad, mentir, y cualidad no es calidad, aunque mintiendo era perfecto, lo hacia con una calidad impresionante. Muchas veces leíamos sus cosas y después encontrábamos en cualquier libro el origen de los textos, pero su talento literario aunque estuviese hecho a retazos de cosas leídas era indescriptible. Se pasaba la vida ocultando sus sentimientos, no mostraba lo que escribía, no decía lo que sentía y de pronto un buen día cuando menos lo esperabas, te soltaba de golpe toda la carga, te daba un manojo de poemas, el boceto de un libro, una novela, o el último texto que había leído y uno se quedaba perplejo, colgando de aquellos manuscritos, deteniendo el tiempo para siempre.
Pero lo más significativo era su carácter, su buen humor, sus arranques casi inconcebibles, como aquel día que nos encontrábamos en su casa por vez primera y después de un largo rato ya sin tema de conversación entre los tres o cuatro que estábamos en aquella habitación, de pronto dijo "Quieren ver a mi padre cagando" y abrió de golpe la puerta que estaba detrás de si y todos vimos boquiabiertos a su padre sentado en el inodoro con los pantalones arrastrando por el suelo y leyendo algún periódico. Ese día paso a la historia como el más significativo que tal vez ocurrió en muchos años de cada uno de los presentes.
En el fondo solo los más allegados a él supimos comprenderle totalmente, vimos su alma cuerdamente ebria vagar más de una vez en las madrugadas vacías de la Habana, supimos de su actitud hacia las novias que de una u otra forma venían una tras otra con las mismas quejas, le vimos con su pequeña hija de brazos como un padre responsable y serio, cosa que no había sido en su vida, le vimos llorar algún fracaso o hacer verdaderas maravillas con sus trazos de arquitecto invisible y otras verdaderas locuras copiadas a no se sabe quien.
Nunca logramos atraparlo totalmente, pues cuando comprendíamos su actitud o su manera de actuar en un momento determinado, ya estaba sumergido en otro que no alcanzábamos comprender.
Han pasado muchos años, nunca más le he visto. No he sabido nada más de él, debe andar con su silueta de siempre haciendo de las suyas, arrastrando quien sabe que locuras por las calles de la Habana, o de cualquier lugar del mundo, convirtiendo en historia cada pisada suya sobre la tierra.

SIEMPRE
                                                                 a Alberto Fuentes
                                                                 amigo, poeta y loco.

Fuiste el poeta que admiré
más nunca supe en realidad
cuales fueron tus palabras verdaderas.
Me impulso tu mirar
hacia fugas invisibles,
tu pasión por las cosas comunes.
Aunque no escribí tu nombre
estabas allí tras el poema
que esperaba por tus ojos,
camuflándote con mis palabras más nuevas.
¿Por qué te recuerdo ahora en estos versos
que son retrospectivas de otros
que he ido amontonando con el tiempo?
Siempre hubo puntales
disputándose la altura.
"El ganador se lo ha llevado todo"
Del pasado solo queda su silueta deforme,
la resaca de estar vivos
el hábito triunfal de ser perfumadores de rocío
dueños del alba
y timoneles de la luz.

Este poema es un pequeño homenaje que ya tenia escrito para mi amigo. Siempre he tenido algún poema que habla de él, en cada etapa de mi poesía, pues su influencia en mis textos fue durante muchos años una constante, sus opiniones, su criterio. Hay otros poemas que también podría incluir aquí pero me parece este homenaje el que mejor logra describirle, lleguen hasta él estas palabras llenas de sus propias palabras, de su aliento de entonces, que no he logrado dejar de arrastrar todos estos años.

Onelio Pérez
Algún día de algún año.

Puerto de la Cruz.  Tenerife. España.

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