lunes, 10 de noviembre de 2008

EL PULPO DE LAS VEINTE MANOS


El pulpo de las veinte manos tenia la habilidad de usarlas todas y cada una de ellas en un mismo objetivo. Un día se encontró un pez malherido, que aun sangrando en su boca la herida de un reciente anzuelo, tenia la cola rota, huella de haber escapado de las tenebrosas redes y el cuerpo lleno de cicatrices que dejaron los peces mas grandes. Era un pez destrozado pero con suerte, era un pez aun vivo, sobreviviente, salvado de cuanto horror acecha bajo las transparentes aguas del océano. El pulpo utilizo una de sus manos en atraerlo, acariciarle, curarle las heridas, otras cuantas manos fueron rodeándole de una especie de muralla que le salvarían de los peligros externos, otra mano para alimentarlo, para alcanzarle los manjares diversos sin que el pez tuviera que hacer ningún esfuerzo, ni correr ningún riesgo. El pez llego a sentirse feliz y protegido, comento incluso públicamente su dicha, su peculiar modo de vida, su felicidad abrumadora, incluso recomendó a otros peces a que encontrasen cada cual su pulpo protector.

Un buen día, recordó sus aventuras por los mares, ir a investigar cada misterio, descubrir sorpresas y su modo de librar cada batalla y quiso por una vez dar un paseo por el arrecife coralino mas cercano, pero el pulpo que estaba atento a todos sus movimientos puso firme su muralla de manos, contra la que reboto de golpe el soñoliento pez. Le dijo al pulpo su deseo, que era solo un momento, que tenia curiosidad de aquellas rocas tan próximas, pero solo encontró una red de tentáculos cada vez mas sólida y firme, y aquella voz que le decía, -Entre mis manos tienes toda la libertad del mundo acuático, y tienes más, tienes seguridad, una seguridad que no tienen otros peces. Esos corales coloridos son engañosos te muestran un dulce y tranquilo paisaje, pero pueden esconder tras sus rocas algún feroz enemigo con mandíbulas sedientas.

Fue así como fue creciendo en el pez el deseo infinito y natural de la libertad, aun con los peligros y riesgos que la misma implica. Viéndose preso por aquellas paredes pegajosas, quedo convencido que la muerte incluso seria un modo de ser libre.
Después de veinte intentos fallidos, que fueron interceptados por cada una de las manos de aquel pulpo, termino lanzándose fugazmente a las entrañas mismas de aquel monstruo, entro por la boca del pulpo hasta reventarse en lo mas hondo de su estomago. Allí dentro, donde ya siquiera entraban las finas espadas de luz que se filtraban entre los tentáculos, en medio de aquella total oscuridad, soñó una vez más la libertad.
Desde entonces, cada pulpo lleva un rayo de luz en sus pupilas que ahuyenta y asusta a los peces indefensos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Onel: Tu si que eres un poeta,no hay duda,te lo reafirma
esta que bien te conoce,pero como siempre te lo reitero estas entre los mejores de tu tiempo y aun no conozco a muchos...sobre la fantastica leyenda del pulpo,que decirte estelar,deberian publicarla en la "National Geogra-fic",para que le den un toque mas
artistico y espiritual a la ciencia...ojala mi querido Onel que nuestra amada isla haga lo mismo que el pececito...Vale?...
Hasta el proximo deleite en la San-fralaxis: Giselle y Thomas

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