lunes, 30 de marzo de 2009

LA CASA DE LA CASCADA

La "Casa de la Cascada" o casa Kaufmann es uno de los hitos principales de la arquitectura del siglo XX. En ingles Fallingwater indiscutiblemente es la obra maestra de Frank Lloyd Wright, aspecto este en el coinciden muchos historiadores y críticos de arquitectura.
Situada en Bear Run, Pensilvania (Estados Unidos) fue terminada en 1939. Diseñada entre 1934-1935 y construida durante 1936-1937, Fallingwater fue la casa de campo para Edgar Kaufmann, su esposa Liliane y su hijo Edgar Jr., dueños de unos grandes almacenes en Pittsburgh. Hoy en día Fallingwater es un monumento nacional en Estados Unidos que funciona como museo y pertenece al Western Pennsylvania Conservancy (Centro de conservación de Pensilvania Oeste)
Frank Lloyd Wright (1876-1959) es considerado como el mejor arquitecto estadounidense, y a su vez, la "casa de la cascada" es frecuentemente llamada "la residencia más famosa que se haya construido", la AIA (American Institute of Architects) la ha juzgado como "el mejor trabajo de un arquitecto estadounidense".
Siguiendo los principios de " Arquitectura orgánica " enfatizados y desarrollados por Wright en su escuela y estudio Taliesin, Fallingwater es uno de los mejores logrados y mas destacados. Básicamente consiste en integrar en una unidad (edificación) los factores ambientales del lugar, uso y función, materiales nativos, el proceso de construcción y el ser humano o cliente. Existen varias anécdotas sobre la construcción de Fallingwater; la localización preferida de los Kaufmann en su finca de verano estaba situada frente a la cascada formada por el riachuelo "Bear Run". Después de un par de visitas al lugar, proponer y ser aceptada la construcción sobre la cascada, y nueve meses "sin tocar un lápiz", Frank Lloyd Wright "germinó" el proyecto en su cabeza.
Cuando Edgar Kaufmann anuncio su visita a Taliesin (septiembre de 1935), Wright se sentó y dibujo el primer boceto de la casa y los planos se desarrollaron en pocas horas. Wright le comento a Kaufmann "...diseñada para la música de la cascada...para quien le gusta oírla". Hoy en día el sonido de la cascada se percibe desde cualquier lugar de la casa.
Los Kaufmann compraron una parcela boscosa fuera de Pittsburgh con una cascada del arroyo del Oso y algunas cabañas de madera. Cuando las cabañas de su finca se deterioraron tanto que tuvieron que ser reconstruidas, el señor Kaufmann entró en contacto con Wright. Inicialmente, los Kaufmann asumieron que Wright diseñaría una casa con vistas a la cascada.
Frank Lloyd Wright pidió un estudio topográfico del área alrededor de la cascada, que fue realizado por la Compañía Fayette Engineering de Uniontown, e incluyó todas las rocas, árboles y curvas de nivel. Posteriormente, Wright creó un nuevo mapa en que precisaba el diámetro de los troncos de los árboles y la especie a la que pertenecían. Cuando Wright comunicó que la casa iba a estar sobre la cascada la familia se negó en un primer momento, aunque después el arquitecto les convenció de que esa era la mejor opción. La Casa de la Cascada se convirtió en la casa de los fines de semana para la familia desde 1937 a 1963. Cuando el matrimonio Kaufmann murió, el hijo vendió la Casa de la Cascada a la Fundación Frank Lloyd Wright porque se vio incapaz de afrontar los elevados impuestos que el edificio imponía. Desde 1964, año en que se abrió al público, la Casa de la Cascada ha recibido casi cuatro millones de visitas (datos de julio de 2006).





El terreno en el que se ubica la casa tiene abundancia de rocas a nivel del suelo, las cuales sirvieron de cimentación del edificio. La zona tiene un relieve ligeramente accidentado, un bosque de árboles caducifolios que se mantiene prácticamente virgen ya que solo un camino peatonal conduce a la casa, y el arroyo del Oso, en el cual está la cascada de la casa. Del terreno del lugar se extrajeron rocas que conforman mamposterías de la parte baja de las fachadas del edificio, colocadas en ese lugar para crear una progresión desde la roca natural del suelo hasta el hormigón de las partes altas. El resto de las fachadas es de color crema, color contrastante con el entorno verde o marrón (según la estación). Otro elemento contrastante de la casa son las formas ortogonales que tienen los voladizos y las paredes, imponiéndose así la casa como "arquitectura".
El edificio guarda una relación con el entorno que llega a ser de respeto o adaptación al medio. Así, los cimientos de la casa son las rocas del lugar, y algunas de ellas sobrepasan el ancho forjado de la primera planta asomándose junto a la chimenea. Gran parte de la casa está en voladizo, situado encima del arroyo. La casa, de dos plantas, se extiende horizontalmente con prominentes voladizos y terrazas, sin embargo hay un núcleo que crece verticalmente, en el que está la chimenea. Tiene unas ventanas que se extienden verticalmente y que pasan de una planta a otra, mostrando así los forjados. Éste núcleo vertical es el "corazón" de la Casa de la Cascada.
En la cara norte de la casa, la opuesta a la que "vuela" sobre el arroyo, hay una serie de pérgolas a modo de toldo que transcurren desde la pared exterior hasta un talud de piedra que se eleva sobre el camino que conduce a la entrada. A este sitio se le conoce como el "bosque de la casa". Dos pérgolas describen un arco que esquiva el tronco de dos árboles. Este recurso lo usó Wright para dejar claro el respeto a la naturaleza con el que está diseñada la casa. Las sombras que proyectan las pérgolas se asemejan a las de los troncos, efecto que hace que la sombra de la casa se difumine en las de los árboles. En el suelo de la terraza del despacho del señor Kaufmann se dejó dos huecos para que fuera traspasada por dos árboles. Éstos se murieron durante la construcción de la vivienda y no se llevaron a cabo dichas aberturas.
Al parecer E.J. Kaufmann desconfió del cálculo estructural de Wright y secretamente aumentó acero en la estructura, lo que motivó la ira del arquitecto quien le recriminó su falta de confianza. Sin embargo, Wright se equivocó en el cálculo estructural. Gracias a ese acero extra los voladizos no colapsaron, sin embargo ya en los años 90 se observaba una deflexión de hasta 20 cm. Trabajos de postensado en el 2001 lograron estabilizar la estructura, pero costaron 11,5 millones de dólares, unas 100 veces el costo original de la casa.
En el interior de la Casa de la Cascada encontramos habitaciones singulares por su distribución, ubicación y acabados. Al entrar en la casa por principal, situada en la cara norte, accedemos a una pequeña habitación con función de recibidor ubicada bajo las escaleras que conducen a la segunda planta. Pasada dicha habitación se entra en la sala de estar, el habitáculo más grande de la casa desde el que se divisan unas vistas espléndidas del bosque que rodea la vivienda. Al entrar, frente por frente está el llamado "rincón de la música", cuya etimología se desconoce, a la derecha está la zona con sofás y detrás del "rincón de la música" está la "escalera del agua", llamada así porque baja a una pequeña plataforma que está junto al arroyo. Para bajar por ésta es necesario abrir unas mamparas correderas de vidrio. Los escalones de la "escalera del agua" están colgados de unos cables en tracción unidos al primer forjado.


Las paredes de la sala de estar, al igual que las del resto de la casa, son iguales que las de fuera, con partes de mampostería de piedra del lugar. El suelo es de piedra marrón y el techo tiene un diseño que envuelve a las lámparas incluidas en el mismo, diseñadas expresamente para esta casa. Según se entra al comedor, a mano derecha, está la chimenea, rodeada de piedras naturales que afloran del suelo. A su izquierda está la "bola del vino", un contenedor rojo circular provisto de una bisagra que posibilita colocarlo sobre el fuego para calentar la bebida que contiene. A ambos lados de la habitación hay una puerta que conduce a una terraza. La del lado este tiene a su vez una escalera exterior que lleva a la terraza del dormitorio del hijo de los Kaufmann. A la izquierda de la chimenea está la puerta que conduce a la cocina, una habitación más pequeña que la sala de estar con muebles diseñados por Wright y exclusivos para esta casa, al igual que sucede con el resto de mobiliario de la vivienda. Entre la puerta de la cocina y la escalera está la mesa para comer, empotrada a la pared norte de la sala de estar.
En la segunda planta hay dos dormitorios, dos cuartos de baño y el despacho del señor Kaufmann, así como tres terrazas y las escaleras que conducen al mirador de la tercera planta. Según se accede a esta planta se entra en un pequeño pasillo que distribuye las dependencias. El dormitorio del hijo Kaufmann está sobre el "rincón de la música" de la primera planta, el cual tiene un pequeño cuarto de baño. Al este de este dormitorio está la terraza individual del hijo, en la que hay una escalera exterior que baja a la primera planta. Sobre la zona de sillones de la sala de estar está el dormitorio del matrimonio, el cual cuenta con un pequeño cuarto de baño y una extensa terraza que se extiende en voladizo en dirección sur. En la parte oeste de la segunda planta está el despacho del señor Kaufmann. En esta habitación hay una cama y una escalera que conduce al mirador que hay sobre la segunda planta. La chimenea asoma tanto en el dormitorio del matrimonio como en el despacho. En esta última habitación está la ventana acristalada corrida que se prolonga hasta la cocina. En la pared oeste del estudio hay una puerta que lleva a la terraza del mismo, en la que originariamente había dos árboles que atravesaban el forjado.


domingo, 29 de marzo de 2009

HIJA DE LA DECIMA

para mi prima Carmita



Cuando hace algún tiempo te escribí un extenso poema, que hablada de ciertos hilos invisibles que nos atan, que nos unen en una dimensión desconocida, trataba de dejar plasmado esa suerte que nos brinda el destino de compartir tantas cosas, desde la existencia al unísono hasta los apellidos, el pueblo, la pasión. Tal vez por ser la mayor de tantos primos que nos criamos como hermanos, te miramos siempre como la guía de todos nuestros juegos y nuestras inocencias. Por eso cuando en tu casa descubrí los libros de Marti, de Neruda, y otros tantos, que eran de tu padre, aprendí del tesoro que guardaban aquellas páginas vigiladas por la estática mirada de un dragón azul.



En el patio donde el ciruelo se empeñaba en hacernos compañía, pasamos toda la infancia, devoradores de pan con aceite, y alguna limonada que ya nunca mas ha vuelto a ser la misma, no tanto por el jugo de los limones criollos recogidos por nosotros mismos, como por la frescura de las tardes bajo la tierna mirada de una abuela de luz, y dos hadas madrinas que estaban presentes siempre, una con su sombrilla y la otra atenta al café, una blanca y la otra negra, iguales para todos.



Siempre recuerdo aquella calle de nuestra niñez, aquella casa, la puerta enganchada y cuando dejaban el litro de leche, y la viejita aquella que quería que yo le trajera un puñadito de tierra, no recuerdo ya si de Pinar del Río, o si de alguna otra parte. Cuantas horas dedicadas a crecer nada mas, a ser felices, teniendo cerca a esos seres que lo dieron todo por nosotros, y ya no están. Tal vez tu visión, por ser mayor, no sea exactamente igual a la mía. Seguramente distorsiono instantes, confundo fechas, exagero. Pero te seguíamos, inconcientes, si decías que algún libro valía la pena, si Serrat, si Silvio. Cuando años mas tarde choque de golpe con tu libro de Benedetti, aquel donde conocimos de "táctica y estrategia" y otros tantos poemas clásicos hoy, insustituibles. El mismo libro que de ir y volver de librero en librero, olvido de donde procedía. Mas tarde Tagore y su "Ofrenda Lirica" y así sucesivamente, desde la mancha de Chaplin en la pared hasta la ultima décima improvisada por Valiente.



Cuantos dominós y cubiletes, cuantas comidas, cuantas anécdotas. Llegar a tu casa siempre fue llegar a la mía. Nunca me sentí extraño en aquel mundo. El ángel de la felicidad de aquel hogar fue sin lugar a dudas tu madre, nuestra querida Mima, que supo ser feliz por fuera y para todos. Que con su carácter noble y explosivo, sacaba estrellas de la maquina de coser y sabia el secreto de los tamales. Le brotaba el isleño del corazón. Por eso nunca dudamos cuando un día nos preguntaron ¿Quién ustedes creen que debe ser la primera en ir a Canarias? Heredera natural de la cabeza de la familia desde el día que nos falto la abuela.



Pero no recuerdo estas cosas con tristeza. Fuimos privilegiados y hemos aprendido a dar amor a nuestros hijos, transmitirles lo mismo que nos dieron a nosotros. La vida finalmente nos encamino a cada cual, tal vez nos hizo trampas el destino. Un día te vimos aparecer con otra mitad, algunos les llamábamos el once, peculiar manera de ponernos nombretes, pero llenos de ternura, así tuvimos a las dos urracas, un mango filipino, un culo bajito y otros que ahora no recuerdo. Pero también te di mi apoyo incondicional el día que supiste decir basta, y no quedarte como rama herida secándote y marchitándote en soledad, como hicieron algunas de nuestras mas queridas tías, la vida a veces hay que obligarla un poco, a que se amolde a nuestra felicidad, a satisfacer los deseos imprevistos de nuestros corazones.



Bueno, a veces estas cosas andan atascadas en nuestras almas, hay que sacarlas, dejar el sitio libre a nuevas vivencias. Andar lejos de todos, de todo aquello, me hace a falta de tener a mano aquella realidad, construírmela con palabras, tapizadas por nuestros mas sinceros sentimientos. Y allí, siempre estas tu, le elegida, la preferida de todos, mi prima mas poética, la que nació del verso de una décima improvisada que germino en flor, único tesoro que conservo tu madre de lo que fue su silente y mas puro amor.



Febrero 09


domingo, 8 de marzo de 2009

VIAJAR CON LA MUSICA (A GISELLE Y THOMAS)


Dicen que cuando vemos una estrella fugaz desplazarse en el cielo, que apenas dura un instante el flash de su centellear, hay que pedir un deseo. Las estrellas, que son todos aquellos cuerpos celestes (a excepción de la luna) que brillan en la noche, o incluso en el día, pues el sol es un típico ejemplo de una estrella. Pues he comenzado hablando de astros luminosos pues generalmente viajo al mundo incandescente de estos cuando escucho la música de Giselle y Thomas. Sin pretender endosarlos en un estilo predeterminado, me traen recuerdos del barroco, del romanticismo clásico, hasta ciertos giros de música electroacústica contemporánea. Así como la composición de las atmósferas estelares se determinan por un análisis espectroscópico de la luz que emiten. Puedo medir la sensibilidad de esta obra, a través de los hondos sentimientos que provoca escucharlos y cuan profundo cavan en nuestros corazones. Si también suelen nombrar a los grandes artistas con el nombre de estrellas, estos lo son no por descollantes, sino por su talento, por el brillo de su propia luz.



Pero no solo me emiten a estos lejanos y maravillosos mundos (inalcanzables sin su música). También en lugares más comunes a los hombres en este planeta, como a un bosque, al verdor vivo de las plantas, al naranja marchito de los otoños, o al blanco pálido de los inviernos. Viajaría por toda la gama de incontables paisajes y colores en cada uno de sus temas. "A walk in the garden" nos lleva de viaje por ese mundo maravilloso de los jardines, las flores, las piedras, los insectos, el viento, las gotas de rocío, mirándolo como un transeúnte que penetra en el a vista de hormiga, y no nos quedamos en estos pocos minutos en el jardín en si, podemos subir, a la copa mas alta de los árboles, y como pájaros sobrevolar el verde, tocar el horizonte.


Pero hay otra dimensión en alas de la música, cuando son puramente espirituales los sentimientos que evocan. Así los temas dedicados a los abuelos y ancianos cercanos, tocan la ternura inmediata que toda persona muy mayor emite, así como la grandeza de su sabiduría y experiencia. "Nostalgia" y "Mass por Maria" son dos temas que muy profundamente captan el instante de estos ancianos, y sirven como un alivio melódico al sin remedio bello y cruel que es la vejez. Otro ejemplo de esto lo encontramos en "Sonata for Juan Pablo II" donde además hay otros ingredientes, como son el respeto y el amor a lo que significa su santidad para una persona que abraza el ideal cristiano y deposita como perlas de un Rosario sus dedos sobre el piano, para con la belleza de la música rendir homenaje con lo mas puro de su amor. Entonces vemos al hombre caminar solitario, en un encuentro a su vez con su mayor sentimiento hacia Dios, reflexionando de su labor en esta tierra, de su inconformidad plena con sus actos y su alma toda bondad, expuesta a la paz y la luz.


Por algún momento he tocado el mar, un mundo de aguas, transparente, húmedo, cristales y espejos que apagan los ruidos del mundo. Azul profundidad donde vuelven a encontrarse nuestros sentimientos, los recuerdos, y aparecen entonces bajo el mar otros jardines, otras luces, otros seres de amor y luz. Que al final son los mismos. Y pasa una luz brillante por el cielo, o por su reflejo, que a estas alturas no es reconocible la realidad. El amor de tan puro hiere. La luz de tan brillante quema. Pido un deseo al apagarse esta música fugaz, escribo esto que empieza hablando de las estrellas a donde suelo viajar muy a menudo, cuando escucho la música maravillosa de Giselle y Thomas.


Febrero '09





lunes, 2 de marzo de 2009

OTHONIEL RODRIGUEZ, PIANOMAN Y AMIGO

Cuando Othoniel se sienta frente al piano, y comienza a tocar es como si el mundo se detuviera en ese instante y todo ocurriese al compás de la música que producen sus dedos sobre el teclado, impulsados no solo por las ordenes naturales que dicta su cerebro, mas bien pareciera que sus dedos como marionetas los mueve directamente el corazón.


Este amigo entrañable, Ariguanabense sin par y con orgullo, nos regala en sus conciertos su alma convertida en manantial, en ojo de agua de su tierra, y fluye la música como un río, que atraviesa caprichoso nuestras vidas y nuestros sentimientos, hasta ir a sucumbir en un sumidero de silencio, cuando la ultima tecla ha golpeado dentro del piano a las afinadas cuerdas y el eco vibrante de la ultima nota ondea en el aire.


Su paso por los conservatorios de música "Castillo" "Amadeo Roldán" o "Ignacio Cervantes". Mas las clases de perfeccionamiento con los profesores Sylvia Turk, Fayna Braginskaaia y Manuel Suárez, son la formación de este peculiar músico Cubano. Coincidió con personalidades de la talla del escritor Alejo Carpentier, el concertista Cecilio Tieles, la compositora y pianista María Cervantes (hija del genial Ignacio Cervantes) y el compositor e intérprete César Portillo de la Luz, quienes al apreciar las singulares características del joven pianista le aconsejaron que se especializara en la música cubana.


Presentándose en los mas importantes auditorios de Cuba, donde mereció célebres galardones, como la medalla del "75 Aniversario del Palacio de las Bellas Artes", y la distinción 'Adolfo Guzmán', por su aporte al desarrollo cultural de la ciudad de La Habana. Realizar grabaciones en programas de televisión, como solista y como acompañante de las más trascendentes figuras de la música cubana, le han hecho poseedor de una exquisita sensibilidad interpretativa, incluyendo en su repertorio un amplio diapasón que va desde la llamada música culta (o clásica) hasta la música popular.


En 1994 Othoniel llegó a Tenerife invitado para la conmemoración del nacimiento de Ernesto Lecuona. En poco tiempo su talento interpretativo fue conocido y reconocido en todo el Archipiélago, casi todos los escenarios de la isla se han rendido ante la música de Othoniel, y desde las atlánticas afortunadas viaja a la península para llevar su arte a otros rincones de la madre patria, siguiendo por diversos países de Europa. En 2002 actuó en Bruselas (Bélgica), Berlín (Alemania), Navarra y Madrid, dentro de los actos conmemorativos del centenario del natalicio de la escritora cubana Dulce María Loynaz, y en la celebración del Día de Canarias en el Parlamento Europeo. En 2004 presentó con gran éxito en la isla de La Gomera su proyecto 'Plataforma Cultural del Atlántico'. Al año siguiente fue contratado para un ciclo de conciertos a bordo de un crucero por el Mediterráneo, que le permitió conocer ciudades como Génova (Italia) y Casa Blanca (Marruecos).


Coincidir en el mismo lugar, en los mismos años, cuando de algún modo la soledad y la nostalgia nos golpean, nos brindo su mano mágica de amigo, que así como es capaz de reproducir las mas hermosas melodías con ellas, también nos las ofreció abiertas, inmensas, llenas de una música tal vez silente, pero desbordantes de calor y sincera amistad. Y no es casual que años atrás, el mismo ser actuara de la misma manera con otras personas que tuvieron el privilegio de conocerle, y ya me lo habían descrito desde el día que me recomendaron encontrarlo en ese maravilloso rincón del universo que nos deparo el destino. Nuestro encuentro, memorable, que desde el mismísimo instante nos regalo su espíritu, su bondad y su alegría. Tenerife fue el escenario de fondo para nuestra amistad, isla de una particular belleza donde las noches del Botánico o casa Ábaco, ponen una peculiar banda sonora a tanta inmensidad.



Hace poco volvimos a reencontrarnos del otro lado del atlántico, cuando viajo hasta la Florida (Estados Unidos) para ofrecer un concierto en el Auditorio Wolfson, del Miami Dade College, dentro de una delegación del Gobierno de Canarias.


Las mejores palabras sobre Othoniel están escritas en las teclas del piano, sus dedos magistralmente saben convertirlas en arte. Con el espíritu de Lecuona, de Chopin, de Cervantes o de Saumel, mas la siempre presencia de esa alma inagotable de Dulce Maria Loynaz, va este artista genial dejándonos lo mejor de si, poniendo música a nuestras vidas, en el espejo del ayer o en las ventanas del mañana.



Onelio Pérez


Febrero'09



Más sobre Othoniel Rodríguez en http://alpianoothoniel.com/



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